Gracias por leer Diary of a Fashion Misfit! Esta publicación depende de sus lectores. Para recibir nuevos posts y apoyar mi trabajo quizá puedes considerar hacerte suscriptor gratuito o de pago. Cuando pensamos en la memoria, suelen venirnos a la cabeza los hitos, aquellos momentos únicos que suceden en la vida de cada uno de nosotr+s. Sin embargo no siempre son las cosas grandes las que más pesan en nuestros recuerdos. Hoy traigo una historia agridulce sobre algo pequeño que a su vez ha significado un gran conocimiento y la conservación de algo que parecía perdido: los trozos de tela que las madres solteras o demasiado pobres dejaban con sus bebés al ponerlos al cuidado de una institución llamada The Foundling Hospital, con la esperanza de poder volver a por ell+s cuando las cosas mejorasen. Estas muestras de tela se conservaron en los registros y se han convertido en una de las mayores y más raras colecciones de archivos textiles. Ya que cubre los tejidos utilizados por el pueblo llano en los alrededores de la primera Revolución Industrial en el Reino Unido. Como en estos momentos estoy inmersa en la historia del arte y la moda, me encuentro con todo tipo de historias interesantes; la que os traigo hoy no tiene nada que ver con la clase en la que estoy trabajando, pero me encantó y pensé que a vosotr+s probablemente también os gustaría. El London Foundling Hospital o Inclusa de Londres fue fundado en 1739 por el filántropo Thomas Coram, el cual llevaba años luchando por el cuidado y la educación de niñ+s y bebés abandonados. Imaginaros el Londres del siglo XVIII, con sus calles insalubres y las penurias que las clases más bajas tenían que superar a diario. Los niñ+s no deseados a menudo acababan abandonados en las calles y vivían, si conseguían sobrevivir, en las peores condiciones. La idea de un hospital de expósitos no era algo nuevo en la Europa católica; había muchos en Francia, Italia o España, pero sin duda era una novedad en la Inglaterra protestante, donde los niños indigentes eran enviados a las casas de trabajo de las parroquias, creadas al amparo de la Ley de Pobres y que en realidad funcionaban de forma similar a una prisión. Los hospitales europeos (en el sentido de hospitalidad, no de curación de enfermedades) eran en la mayoría de los casos instituciones católicas nada perfectas dirigidas por monjas, pero claro, en la Inglaterra del XVIII no había monjas, así que los bebés abandonados tenían pocas posibilidades de sobrevivir. El Hospital de Niños Expósitos se convirtió en una de las instituciones benéficas por suscripción más de moda en el Londres del siglo XVIII. Se trata de una institución bastante notable porque no sólo fue pionera como institución benéfica, sino también en la forma de abordar la financiación; por ejemplo, en sus instalaciones se celebraron las primeras exposiciones de arte británico contemporáneo accesibles al público, impulsadas con el patrocinio de William Hogarth, un conocido artista de la época que animó a muchos otros a donar obras para la institución, y así nació la galería de arte contemporáneo. Frederik Handel compuso una obra para el hospital y celebró un concierto benéfico en sus instalaciones que incluyó su recién estrenado y famosísimo Mesías, algo que siguió haciendo durante años, dejando al hospital la partitura completa de la obra tras su muerte. Al final de su vida había recaudado una gran cantidad de dinero para la institución. Los bebés que eran aceptados se enviaban inicialmente a nodrizas en el campo y regresaban al Hospital de Londres cuando tenían alrededor de 5 años. Una vez que cumplían entre 11 y 14 años, se les enviaba de aprendices, por ejemplo al ejército a los chicos y al servicio doméstico para las chicas. La intención era ofrecer refugio y cobijo a estos bebés y también darles la oportunidad de una vida digna. No sólo las madres solteras dejaban allí a sus hij+s, muchos eran entregados a la institución porque sus padres creían que tendrían mejores oportunidades en la vida al cuidado del Hospital. Cuando las madres dejaban a sus bebés en el hospital, se las mantenía en el anonimato, pero se les pedía que aportaran un recuerdo con el registro, ya que una vez que los niños entraban en la institución eran adoptados por ésta y se les cambiaba el nombre, de esta forma, si la madre quería recuperar a su hij+ sería más fácil localizarlo. La costumbre de dejar un recuerdo y cambiar el nombre del niñ+ era la norma en toda Europa. Como muchas de estas mujeres no tenían nada, ya que en general eran pobres o habían sido repudiadas, muy a menudo lo que se dejaba era un trozo cortado de un vestido o una manga, una cinta o pasamanería, ya fuera de la ropa del bebé o de la madre, también podían ser otras cosas como monedas o medallas. En aquella época era habitual confeccionar la ropa de los bebés a partir de las prendas usadas de los adultos. Las telas que dejaban, normalmente algodón, lana y lino, eran las que solían utilizar las clases trabajadores. Estamos bastante familiarizados con los tejidos lujosos del pasado, ya que han sido ampliamente documentados y conservados, pero la ropa usada por las clases pobres ha sido mucho más difícil de estudiar porque estos materiales se deterioran y desaparecen con el uso y el tiempo, de ahí el enorme valor cultural y emocional que encierra esta colección de tejidos. A menudo, las fichas iban acompañadas de pequeñas notas o, a veces, el tejido o la cinta llevaban escrita una nota. Otras veces, las piezas representaban corazones para señalar la emoción que sentían las madres al dejar a sus hijos. ¿Y por qué tela? Sobre todo porque estas mujeres eran en su mayoría analfabetas, pero todas tenían acceso a tejidos y al lenguaje de las cintas y los corazones. Desgraciadamente, sólo un 1% de los niños fueron recuperados por sus madres, y estos recuerdos de tela, que se conservan entre las páginas de los libros de registro, no sólo hablan de la memoria y de los tipos de tejidos utilizados tras la revolución industrial, sino también de la historia de estas mujeres y de sus hij+s. Transmiten las emociones y el terrible trago de tener que dejar a un hij+ a la beneficencia, de una sociedad que castigaba a mujeres y niñ+s por cuestiones morales y del inmenso poder que puede encerrar un pequeño trocito de tela. Hoy en día, el Hospital de Niños Expósitos ha desaparecido, pero en sus terrenos hay un parque donde sólo se permite la entrada a adultos si van acompañados de un niñ+. En la zona se construyó más tarde el Museo de Niños Expósitos, donde se conserva este archivo, junto con muchos otros registros de la época y recuerdos de otro tipo como monedas, objetos cotidianos o pequeñas medallas, que son menos frágiles y pueden visitarse en la exposición. Tod+s podemos empatizar con el dolor que sintieron estas mujeres, pero mientras investigaba para este post encontré esta pequeña canción tradicional que habla de la tragedia sufrida por estas mujeres y la forma en que la sociedad reaccionaba. Es bastante triste, pero también muy bonita, así que pensé que os gustaría escucharla. Os transcribo la letra: Mira como brillan las luces de Londres/a través de la helada y la nieve que cae/Duerme, duerme, tesoro mío de ojos azules/pues tu madre no tiene a donde ir Una vez, un joven quiso amarme/Y me enseño a amarlo a él/Pero ahora ese joven me ha dejado/Y en mi frente se lee la deshonra Mira como brillan las luces de Londres/a través de la helada y la nieve que cae/Duerme, duerme, tesoro mío de ojos azules/pues tu madre no tiene a donde ir Mira como mis hermanas me desprecian/y mi hermanos también/Mi padre me ha desheredado/y mi madre baja la cabeza con vergüenza Mira como brillan las luces de Londres/a través de la helada y la nieve que cae/Duerme, duerme, tesoro mío de ojos azules/pues tu madre no tiene a donde ir Eso es todo por mi parte esta semana. Feliz finde! Como siempre, el amor o aprecio se pueden mostrar con un mini click, así que volved al mail y usad esos botones! Con cariño, Patty |